domingo, 20 de agosto de 2017

EUROPA SIGLO XVI

EUROPA SIGLO XVI

HEGEMONIA ESPAÑOLA EN EL SIGLO  XVI

LOS REYES CATÓLICOS Y EL ESTADO MODERNO ESPAÑOL

En 1469 tuvo lugar el matrimonio de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón.

Ambos pertenecían a las familias reinantes en Castilla y Aragón, donde reinaban diferentes ramas de la dinastía Trastámara. En 1479, tras una guerra civil, Isabel I fue reconocida como reina de Castilla. De otro lado, Fernando I era coronado rey de Aragón. Los nuevos reyes se aprestaron a conseguir la unión peninsular bajo su corona. Los Reyes Católicos protagonizaron una gran labor de fortalecimiento del poder de los monarcas. La tarea, iniciada durante los años de la guerra civil en Castilla, continuó a lo largo de todo su reinado. Isabel y Fernando pusieron fin al conflicto entre poder nobiliar y poder real que había caracterizado a la Baja Edad Media. La autoridad de los monarcas fue restaurada y se consolidaron las instituciones de gobierno y la hacienda pública.

En política internacional, la conquista del último reducto político de AI-Andalus (el reino nazarí de Granada) significó asegurar el flanco mediterráneo de la monarquía ante el empuje turco. Asimismo, dejó a los Reyes Católicos las manos libres para encarar con fuerza otros frentes de su política exterior, especialmente su rivalidad con Francia en el Rosellón, Italia y Navarra. De otro lado, la guerra sirvió para reforzar el prestigio de los nuevos monarcas. El sitio final de la ciudad de Granada, de abril de 1491 a enero de 1492, culminó la rendición final de Boabdil, el último monarca del último reino musulmán de la península Ibérica.

REINADO DE CARLOS I (1516-1556)

Imagen relacionadaAl morir su abuelo materno, Fernando, en 1516, Carlos de Habsburgo, que ya había heredado los territorios de Borgoña de su abuela paterna, se hizo coronar Rey de Castilla y Aragón e inició viaje a la península. El nuevo monarca no conocía el castellano y vino acompañado de consejeros flamencos que ocuparon los más importantes puestos en la Corte y la Iglesia. Una vez coronado, Carlos I convocó a Cortes para que votaran nuevos impuestos

La reacción fue inmediata en Castilla, las protestas le recordaban al rey su obligación, de residir en el reino y de respetar las leyes del reino. Similares protestas surgirán en Aragón ante la demanda de nuevos impuestos.

1.      La rebelión de los comuneros de Castilla

Entre las causas de la rebelión destaca que la aristocracia castellana veía como un humillación que el rey hubiera entregado la administración del reino a consejero flamencos y hubiera dejado a Adriano de Utrecht como gobernador del reino en s ausencia, Asimismo, la burguesía urbana temía que se volviera a la tradicional política de exportar la lana en bruto a Flandes lo que iría en detrimento de la artesanía textil castellana.

La rebelión propició el desorden social y hubo rebeliones anti señoriales en algunas zonas La nobleza empezó a alejarse de los comuneros. Las disensiones internas y la radicalización anti señorial del movimiento debilitó a los Comunidades. Tras la derrota de las tropas comuneras en Villalar en 1521, todas las ciudades abandonaron el movimiento, excepto Toledo que fue finalmente dominado en 1522. Los dirigentes comuneros Padilla, Bravo y Maldonado fueron ejecutados. La derrota comunera significa el inicio del absolutismo en Castilla y el reforzamiento del poder del rey.

2.      Las Germanías

La rebelión de las clases populares, la Germanía, se inició en la ciudad de Valencia en 1520 aprovechando que la nobleza había huido de la ciudad por la peste. Pronto la revuelta se extendió hacia el sur del reino. Las causas del movimiento las encontramos en la crisis económica y las epidemias que se abatieron sobre el reino de Valencia, a lo que se vino a unir el descontento social entre los artesanos y los pequeños comerciantes enfrentados con la oligarquía urbana (grandes comerciantes) y la nobleza. Los agermanats también atacaron a los moriscos, a los que, además del odio religioso, acusaban de ser sumisos a la nobleza ya la Corona.

Aunque Carlos V reaccionó lentamente, Valencia no era tan importante como Castilla para el poder en sus reinos, finalmente ordenó al Virrey que reprimiera el conflicto. El conflicto degeneró en un enfrentamiento directo entre agermanats y la nobleza valenciana. Final mente la rebelión fue reprimida en 1522.

3.  La conquista de ·América.

Durante el reinado carolino se produjo el mayor avance en el proceso conquistador de las Indias, al tiempo que se fijaron las principales instituciones administrativas del Nuevo Mundo. Así, en 1535 se creó el virreinato de Nueva España, tras la conquista del territorio mexicano a cargo de Hernán Cortés; y en 1542 comenzó su andadura el  virreinato del Perú, después de que Francisco Pizarro doblegara al poder inca en aquel territorio. El Consejo de Indias, el principal órgano consultivo para los asuntos relacionados con el gobierno colonial americano, se instituyó en 1524, y 18 años más tarde el propio Carlos dictó las importantes y polémicas Leyes Nuevas.

4. Enfrentamiento  contra  Francia.

Imagen relacionadaAunque las raíces de las disputas españolas con el reino de Francia arrancaban del deseo francés y aragonés de dominar Italia, el conflicto se endureció al sentirse los franceses cercados por los inmensos dominios imperiales, sin olvidar las reivindicaciones territoriales del monarca francés Francisco I Valois sobre Navarra y el Rosellón y las de Carlos sobre Borgoña y Milán, así como la incompatibilidad de una conciencia nacional francesa con cualquier liderazgo europeo supranacional y las rivalidades personales de ambos monarcas.
En el primer choque, acaecido en 1521, Navarra quedó definitivamente bajo la soberanía regia española, y aunque Francisco I ocupó personalmente el Milanesado, al ser derrotado y hecho prisionero en Pavía en febrero de 1525, se comprometió a entregar Borgoña y retirarse de Milán. El monarca francés no cumplió lo pactado, y se reanudaron las luchas hasta la Paz de Crépy, adoptada en septiembre de 1544, que confirmó prácticamente las cláusulas de la Paz de Cambrai (1529), en las que Francisco I reconocía la soberanía de Carlos V sobre Artoís y Flandes y retiraba sus pretensiones sobre el Milanesado y Nápoles, en tanto que el Emperador, por su parte, renunciaba a Borgoña. Asimismo, en 1527, las tropas de éste habían llevado a cabo el llamado sitio de Roma, en medio de los enfrentamientos mantenidos con el rey de Francia.

5. El peligro turco.

La lucha se centró contra el Imperio otomano, enemigo por antonomasia de la cristiandad; mito, pero también peligro real que presionaba por la Europa central y mediterránea, que ponía en peligro el espacio hispana-italiano y las costas levantinas españolas. Aunque en Centroeuropa se limitó a contener los ataques turcos, sin pasar a la contraofensiva, Carlos V se vio obligado a luchar por el Mediterráneo occidental y penetrar en el oriental, no logrando acabar definitivamente con el poder del sultán otomana Solimán I el Magnífico, ni con el del pirata Barbarroja, pues si con la conquista de Túnez (1535) obtuvo un gran triunfo, su fracaso en Argel (1541) afianzó las posiciones berberiscas.

6. El problema alemán.

El fracaso definitivo de la política de Carlos V llegó de la nueva situación creada en los territorios alemanes con la aparición del protestantismo, que, además de conectar con las inquietudes espirituales, aglutinó intereses económicos y políticos opuestos a los programas imperiales, reformistas y centralizadores, y dividió el Sacro Imperio en dos grupos antagónicos; por un lado, el de los católicos, y por otro, el de los partidarios de la Reforma (luteranos).

El diálogo y la concordia empleados en las dietas y conversaciones (Worms, en 1521; Spira, en 1529; y Augsburgo, en 1530) para lograr el acercamiento y evitar el enfrentamiento armado, no dieron resultado. Por ello, el Emperador decidió actuar con la fuerza contra los protestantes, que a principios de 1531 habían formado la Liga de Esmalcalda. Su victoria en la batalla de Mühlberg, obtenida el 24 de abril de 1547, no consiguió, sin embargo, ni la unidad política ni la religiosa. En septiembre de 1555 se acordó la llamada Paz de Augsburgo, por medio de la cual se reconocía la división confesional dentro de los territorios imperiales.

Carlos V, consciente de su fracaso, inició una serie de abdicaciones: aunque conservó el título imperial, el 12 de septiembre de 1556 trasmitió sus funciones a su hermano Fernando I de Habsburgo, cedió a su hijo Felipe los Países Bajos (1555) y los reinos españoles (1556) y se retiró al monasterio de Yuste (en la localidad cacereña de Cuacos de Yuste), donde el 21 de septiembre de 1558 falleció.

 


Imperio de Carlos Ven Europa


REINADO  DE  FELIPE II (1556-1598)

Felipe II, tras la abdicación de Carlos I en 1556 gobernó el imperio integrado por los reinos y territorios de Castilla, Aragón, Navarra, el Franco-Condado, los Países Bajos, Sicilia, Cerdeña, Milán, Nápoles, Orán, Túnez, toda la América descubierta y Filipinas. A estos vastos territorios se le unió Portugal y su imperio afroasiático en 1580. Con Felipe II la hegemonía española  llegó a su apogeo.

      1. Organización política de la Monarquía.
Después de viajar por Italia y los Países Bajos y ser reconocido como sucesor regio en los estados flamencos y por las Cortes castellanas, aragonesas y navarras, se dedicó plenamente a gobernar desde la corte, establecida en Madrid de forma oficial en 1561. A diferencia de lo que ocurrió con su padre Carlos I, con Felipe II el centro de gravedad del Imperio se asentó en la península, especialmente en Castilla. Dos años más tarde, dio comienzo la obra arquitectónica que habría de ser considerada el emblema de su dilatado reinado, el monasterio de San Lorenzo de El Escorial, palacio y templo a la vez, erigido en las cercanías de la capital del reino.

En el interior de la península Ibérica, cabe destacar diferentes aspectos de su gobierno. La monarquía personal de Felipe II se apoyaba en un gobierno ejercido por medio de consejos y de secretarios reales, así como en una poderosa administración centralizada. Pese a todo su poder, las bancarrotas, las dificultades hacendísticas y los problemas fiscales (entre otras actuaciones notorias creó el nuevo impuesto de "millones" que gravaba los alimentos básicos) fueron característicos durante todo su reinado. Su recurso al Tribunal de la Inquisición fue frecuente. Políticamente, dicho tribunal fue utilizado para acabar con los conatos de protestantismo descubiertos en la Meseta castellana. Así, el mantenimiento de la unidad religiosa estuvo siempre presente en la acción de gobierno de Felipe II, que con todo rigor se valió de los autos de fe, como los celebrados en Valladolid ya en 1559, para afianzar la Contrarreforma católica.

2. La política externa.

Sus sucesivos matrimonios fueron parte importante de su política exterior. Se casó con María de Portugal en 1543 y, tras su muerte, con María I Tudor, reina de Inglaterra, en 1554. La pronta muerte de la reina que trató de volver al catolicismo en la isla, llevó a que Felipe se casara con la francesa Isabel de Valois en 1559. Al quedarse nuevamente viudo y sin herederos varones, se casó por cuarta vez, en 1570, con su sobrina Ana de Austria, madre del sucesor al trono español, Felipe III.

La idea de la unidad religiosa marcó la política de Felipe II. No dudó en intervenir ante la amenaza de las incursiones berberiscas y turcas en las costas mediterráneas. Felipe II obtuvo una gran victoria, aunque no la definitiva, en la batalla de Lepanto en 1571. En el interior peninsular el monarca reprimió duramente las sublevaciones moriscas como, por ejemplo, en las Alpujarras granadinas. En Europa se enfrentó con Francia por el control de Italia (Nápoles y el Milanesado). La Paz en Cateau-Cambrésis en 1559 fue favorable a los intereses españoles en la península italiana.

Tras la muerte de su esposa María Tudor; las relaciones se hicieron cada vez más hostiles con Inglaterra, que apoyaba a los rebeldes protestantes en los Países Bajos. El intento de invadir la isla en 1588 con la Armada Invencible acabó con un gran fracaso que inició el declive del poder naval español en el Atlántico. Felipe II no pudo acabar tampoco con el conflicto político (mayor autonomía) y religioso (revuelta calvinista) generado en los Países Bajos. Ninguno de los sucesivos gobernadores pudieron impedir que la rebelión se asentara y llevara finalmente en el siglo XVII a la independencia de las Provincias Unidas (actuales Países Bajos). Uno de sus mayores triunfos fue conseguir la unidad ibérica con la anexión de Portugal y sus dominios, al hacer valer sus derechos sucesorios en 1581 en las Cortes de Tomar, tras morir sin descendencia el rey portugués Sebastián.

 FRANCIA EN EL SIGLO XVI

A finales del siglo XV, Francia había superado las divisiones territoriales de su pasado feudal y se convirtió en una monarquía nacional que incorporaba la mayoría de los territorios comprendidos entre los Pirineos y el canal de la Mancha. La estructura social estaba todavía dominada por la nobleza terrateniente y la tierra seguía siendo la fuente de riqueza principal. Sin embargo, en la mitad del siglo siguiente, la paz interna, el aumento de la población la afluencia a Europa de oro y plata traídos de América por los españoles y los trabajos públicos del gobierno estimularon el crecimiento de la economía, que elevó la posición social de los grandes comerciantes, los banqueros y los cobradores de impuestos. Por otra parte, la nobleza, dependiente de las rentas monetarias fijas y de las deudas vio cómo la
Inflación amenazaba su poder económico y su posición social. 

Los tres primeros monarcas del periodo - Carlos VIII, Luis XII y Francisco I de la dinastía Valois aprovecharon el fuerte crecimiento de la nación y la estabilidad interna para reclamar por las armas el reino de Nápoles y el Milanesado. En la década de 1520 las guerras italianas se convirtieron en una larga disputa entre Francia y la dinastía de los Habsburgo reinantes en España y Austria, un enfrentamiento que continuó de forma intermitente durante un siglo y medio. Estas guerras terminaron finalmente con la Paz de Cateau-Cambrésis (1559), negociada por el hijo de Francisco I, Enrique II, que reinó desde 1547 hasta 1559. Francia renunció a todas sus pretensiones en Italia, pero consiguió tres territorios estratégicamente localizados en su frontera oriental: los obispados de Metz, Toul y Verdún.

LAS GUERRAS DE RELIGIÓN

El aumento de la población, sin el correspondiente aumento en la producción, y la inflación monetaria llevó a la mayoría del pueblo a la pobreza. La Reforma protestante, que se extendió desde Alemania durante el reinado de Francisco I, había atraído a muchos seguidores; pero en las décadas de 1540 y de 1550 los postulados y doctrinas de Juan Calvino desarrollaron en Francia una forma peculiar del protestantismo, y consiguió el apoyo de muchos seguidores entre la nobleza y el pueblo llano. Enrique II consideró el calvinismo una amenaza a la autoridad real e intentó acabar con él. Bajo el reinado de sus tres hijos, que le sucedieron, las guerras de religión, donde se mezclaron conflictos religiosos, políticos y dinásticos, desgarraron el país. El fanatismo religioso de los combatientes y la brutalidad de los mercenarios hicieron que en la guerra fueran habituales los saqueos, la crueldad y las atrocidades.

EL RÉGIMEN DE CATALINA DE MÉDlCIS.

A la muerte de Enrique II en 1559, subió al trono su hijo de 15 años de edad Francisco II, que sucedió a su padre sólo durante dos años, 1559 y 1560. A Francisco le sucedió su hermano de 13 años, Carlos IX, que reinó hasta 1574. La reina madre, Catalina de Médicis, fue la gobernante virtual durante casi todo este tiempo y continuó influyendo en el reinado de su tercer hijo Enrique III (1574-1589). La principal preocupación de. Catalina consistió en defender la autoridad real de sus hijos, comprometida por los enfrentamientos entre católicos y hugonotes. En este contexto se produjo la famosa masacre de la Noche de San Bartolomé, que tuvo lugar en París en agosto de 1572, cuando los católicos, aprovechando una reunión de dirigentes protestantes y sus numerosos seguidores, les atacaron asesinando a unas 2.000 personas.

EL ASCENSO DE ENRIQUE DE NAVARRA

El último hermano de Enrique III murió en 1584 y Enrique de Navarra, descendiente de Luis IX y dirigente de los hugonotes, pasó a ser el heredero del trono. Rechazado por la perspectiva de ser un rey herético, algunos de los miembros del partido católico conspiraron para impedir esta sucesión mediante la sustitución del rey Enrique III por Enrique I de Guisa, dirigente de la Liga Santa. Alertado sobre esto, Enrique III convocó a Enrique de Guisa a una reunión de los Estados Generales en Blois en 1588, donde éste fue asesinado. Al año siguiente el propio rey Enrique III el último de la dinastía de los Valois cayó víctima de la espada de un asesino .

Enrique de Navarra, como heredero legal, ascendió al trono con el nombre de Enrique IV de Francia, pero de hecho sólo fue reconocido por los hugonotes. Tuvo que defender sus pretensiones al trono ante la Liga Santa y sus aliados españoles, que ocuparon París. Enrique IV comprendió que, aunque él y sus seguidores fueran protestantes por convicción, la mayoría de los franceses seguían siendo fieles católicos, por lo que en 1593 se convirtió públicamente al catolicismo. Al año siguiente fue coronado en la catedral de Chartres y, poco después, le dieron la bienvenida en París, donde se dice que exclamó: "París bien vale una misa". Así se estableció la dinastía de los Borbones en el trono francés.

INGLATERRA EN EL SIGLO XVI

La pérdida de todas las posesiones en Francia (con la excepción de Calais) en 1453, fue el preludio del conflicto dinástico conocido como la guerra de las Dos Rosas entre 1455 y 1485. El conflicto se entabló entre dos ramas de la familia real, la Casa de Lancaster, que, en la persona de Enrique VI, poseía el trono, y la Casa de York, dirigida por Ricardo, duque de York, que tenía derechos legítimos al trono y mayor capacidad de gobierno que Enrique. El conflicto favoreció finalmente a la Dinastía Tudor cuando Enrique VII fue coronado.

LA INGLATERRA DE LOS TUDOR

Enrique VII se hizo con el trono basándose en una legitimidad dudosa. Su abuelo se casó con la viuda de Enrique V y su padre con Margarita Beaufort, condesa de Richmond y Derby, que descendía ilegítimamente de Eduardo III. Su único derecho al trono era la victoria de Bosworth Field. Sin embargo, la instauración de la dinastía Tudor, con la excepción de María I, proporcionó a Inglaterra el tipo de gobierno que necesitaba. Tras someter a sus rivales de York, se casó con la hija de Eduardo IV y consiguió el reconocimiento de España en 1489 (Tratado de Medina del Campo), y después el de Francia, los Países Bajos y Escocia.

Enrique VIII (reinó entre 1509 y 1547) tenía un carácter totalmente opuesto al de su cuidadoso y rutinario padre. Fue muy apreciado por los escritores humanistas, uno de los cuales, Tomás Moro, participó en su gobierno. En 1513 Enrique venció a los franceses y después a los escoceses en Flodden. La figura del cardenal (y posterior canciller y arzobispo de York) Thomas Wolsey, dominó el periodo comprendido entre 1514 y 1529. Aunque su esposa Catalina de Aragón le dio seis hijos, sólo uno, la futura María I, llegó a edad adulta.
Deseoso de un hijo y entusiasmado por Ana Bolena.

Enrique  pidió al  Papa el divorcio,  cuando el eficiente Wolsey no pudo obtenerlo, Enrique le destituyó y convoco al Parlamento para iniciar la reforma. El resultado fue la creación de la Iglesia de Inglaterra (Anglicanismo), de la que Enrique era el principal jefe, rechazando la autoridad de Roma, pero manteniendo el dogma católico.

La tercera esposa de Enrique, Juana Seymour, murió al dar a luz a Eduardo, el único hijo varón superviviente; sus tres últimas esposas no tuvieron descendencia. Thomas Cromwell, conde de Essex, otro de los grandes administradores de Enrique, superviso los cambios revolucionarios que tuvieron lugar a partir de 1530: la ruptura con Roma y la disolución de los monasterios la nueva ampliación del parlamento, en especial de la Cámara de los Comunes, y la creación de una nueva estructura  burocrática con el Consejo  Privado y otras instituciones controladas absolutamente por la corona.

LOS HEREDEROS  DE ENRIQUE VIII

Bajo Eduardo VI (reino entre 1547 y 1553), un menor dominado  sucesivamente por Eduardo Seymour, primer duque de Somerset y John Dudley, duque de Northumberland,  la  Iglesia de Inglaterra  adoptó el protestantismo. Cuando Eduardo murió a los 16 años, Northumberland intentó conseguir el trono para su familia e impedir la sucesión de la hermanastra católica del rey, María, al casar a su hijo con Juana Grey, a quien proclamó reina. El intento fracasó muy pronto y Northumberland, Juana y su marido fueron ejecutados.

María I Tudor, la hija de Catalina de Aragón, restauró el catolicismo y se casó con su primo, Felipe II de España. Cuando María La sanguinaria, como era conocida, murió en noviembre de 1558, Inglaterra se regocijó con la llegada al trono de su hermana, Isabel.

Imagen relacionadaIsabel I (la última Tudor) reprimió a los católicos y fortaleció jurídicamente el anglicanismo. Poseía la frugalidad y la habilidad de su abuelo y los modales imperiosos y la capacidad para gobernar de su padre.


Ayudó a los rebeldes protestantes en los países Bajos españoles y estimuló a los marinos británicos para que abordaran barcos españoles en alta mar. Sus naves derrotaron a la Armada Invencible en 1588 y evitaron así la invasión de Inglaterra. En 1603 se completó la conquista de Irlanda