EUROPA SIGLO XVI
HEGEMONIA ESPAÑOLA EN EL SIGLO XVI
LOS REYES CATÓLICOS Y EL ESTADO MODERNO ESPAÑOL
En 1469 tuvo lugar el matrimonio de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón.
Ambos pertenecían a las familias
reinantes en Castilla y Aragón, donde reinaban diferentes ramas de la dinastía Trastámara. En 1479, tras una guerra
civil, Isabel I fue reconocida como reina de Castilla. De otro lado, Fernando I
era coronado rey de Aragón. Los nuevos reyes se aprestaron a conseguir la unión
peninsular bajo su corona. Los Reyes Católicos protagonizaron una gran labor de
fortalecimiento del poder de los
monarcas. La tarea, iniciada durante los años de la guerra civil en
Castilla, continuó a lo largo de todo su reinado. Isabel y Fernando pusieron fin al conflicto entre poder
nobiliar y poder real que había caracterizado a la Baja Edad Media. La
autoridad de los monarcas fue restaurada y se consolidaron las instituciones de gobierno y la hacienda pública.
En
política internacional,
la conquista del último reducto político de AI-Andalus (el reino nazarí de Granada) significó asegurar el flanco mediterráneo de la
monarquía ante el empuje turco. Asimismo, dejó a los Reyes Católicos las manos
libres para encarar con fuerza otros frentes de su política exterior, especialmente
su rivalidad con Francia en el Rosellón, Italia y Navarra. De otro
lado, la guerra sirvió para reforzar el prestigio
de los nuevos monarcas. El sitio final de la ciudad de Granada, de abril de
1491 a enero de 1492, culminó la rendición final de Boabdil, el último monarca del último reino musulmán de la
península Ibérica.
REINADO
DE CARLOS I (1516-1556)
Al
morir su abuelo materno, Fernando, en 1516,
Carlos de Habsburgo, que ya había heredado los territorios de Borgoña de su
abuela paterna, se hizo coronar Rey de
Castilla y Aragón e inició viaje a la península. El nuevo monarca no conocía
el castellano y vino acompañado de consejeros flamencos que ocuparon los más
importantes puestos en la Corte y la Iglesia. Una vez coronado, Carlos I
convocó a Cortes para que votaran nuevos
impuestos.
La reacción fue inmediata en Castilla, las protestas le
recordaban al rey su obligación, de residir en el reino y de respetar las leyes
del reino. Similares protestas surgirán en Aragón ante la demanda de nuevos
impuestos.
1.
La rebelión de los comuneros de
Castilla
Entre las causas de la
rebelión destaca que la aristocracia castellana veía como un humillación que el
rey hubiera entregado la administración
del reino a consejero flamencos y hubiera dejado a Adriano de Utrecht como gobernador del reino en s ausencia, Asimismo,
la burguesía urbana temía que se volviera a la tradicional política de
exportar la lana en bruto a Flandes lo que iría en detrimento de la
artesanía textil castellana.
La rebelión propició el
desorden social y hubo rebeliones anti señoriales en algunas zonas La nobleza
empezó a alejarse de los comuneros. Las disensiones internas y la radicalización
anti señorial del movimiento debilitó a los Comunidades. Tras la derrota de las
tropas comuneras en Villalar en
1521, todas las ciudades abandonaron el movimiento, excepto Toledo que fue
finalmente dominado en 1522. Los dirigentes comuneros Padilla, Bravo y Maldonado fueron ejecutados. La derrota comunera
significa el inicio del absolutismo en Castilla y el reforzamiento del poder
del rey.
2.
Las Germanías
La rebelión de las clases populares, la Germanía, se inició en la
ciudad de Valencia en 1520
aprovechando que la nobleza había huido de la ciudad por la peste. Pronto la
revuelta se extendió hacia el sur del reino. Las causas del movimiento las encontramos en la crisis económica y las epidemias
que se abatieron sobre el reino de Valencia, a lo que se vino a unir el descontento social entre los artesanos
y los pequeños comerciantes enfrentados con la oligarquía urbana (grandes
comerciantes) y la nobleza. Los agermanats
también atacaron a los moriscos, a los que, además del odio religioso, acusaban
de ser sumisos a la nobleza ya la Corona.
Aunque Carlos V
reaccionó lentamente, Valencia no era tan importante como Castilla para el
poder en sus reinos, finalmente ordenó al Virrey que reprimiera el conflicto.
El conflicto degeneró en un enfrentamiento directo entre agermanats y la
nobleza valenciana. Final mente la rebelión fue reprimida en 1522.
3. La conquista de ·América.
Durante el reinado
carolino se produjo el mayor avance en el proceso conquistador de las Indias,
al tiempo que se fijaron las principales
instituciones administrativas del Nuevo Mundo. Así, en 1535 se creó el virreinato de Nueva España, tras la
conquista del territorio mexicano a cargo de Hernán Cortés; y en 1542 comenzó
su andadura el virreinato del Perú, después de que Francisco Pizarro doblegara al
poder inca en aquel territorio. El Consejo
de Indias, el principal órgano consultivo para los asuntos relacionados con
el gobierno colonial americano, se instituyó en 1524, y 18 años más tarde el
propio Carlos dictó las importantes y polémicas Leyes Nuevas.
4.
Enfrentamiento contra Francia.
Aunque
las raíces de las disputas españolas con el reino de Francia arrancaban del deseo francés y aragonés de
dominar Italia, el conflicto se endureció al sentirse los franceses cercados por los inmensos
dominios imperiales, sin olvidar las reivindicaciones territoriales del
monarca francés Francisco I Valois
sobre Navarra y el Rosellón y las de Carlos sobre Borgoña y Milán, así como la
incompatibilidad de una conciencia nacional francesa con cualquier liderazgo
europeo supranacional y las rivalidades personales de ambos monarcas.
En el primer choque, acaecido en
1521, Navarra quedó definitivamente bajo la soberanía regia española, y aunque
Francisco I ocupó personalmente el Milanesado, al ser derrotado y hecho
prisionero en Pavía en febrero de
1525, se comprometió a entregar Borgoña y retirarse de Milán. El monarca
francés no cumplió lo pactado, y se reanudaron las luchas hasta la Paz de Crépy, adoptada en septiembre de
1544, que confirmó prácticamente las cláusulas de la Paz de Cambrai (1529), en las que Francisco I reconocía la
soberanía de Carlos V sobre Artoís y Flandes y retiraba sus pretensiones sobre
el Milanesado y Nápoles, en tanto
que el Emperador, por su parte, renunciaba a Borgoña. Asimismo, en 1527, las
tropas de éste habían llevado a cabo el llamado sitio de Roma, en medio de los
enfrentamientos mantenidos con el rey de Francia.
5.
El peligro turco.
La lucha se centró contra el Imperio
otomano, enemigo por antonomasia de la cristiandad; mito, pero también peligro
real que presionaba por la Europa central y mediterránea, que ponía en peligro
el espacio hispana-italiano y las costas levantinas españolas. Aunque en
Centroeuropa se limitó a contener los ataques turcos, sin pasar a la
contraofensiva, Carlos V se vio obligado a luchar por el Mediterráneo
occidental y penetrar en el oriental, no logrando acabar definitivamente con el
poder del sultán otomana Solimán I el
Magnífico, ni con el del pirata Barbarroja, pues si con la conquista de
Túnez (1535) obtuvo un gran triunfo, su fracaso en Argel (1541) afianzó las
posiciones berberiscas.
6.
El problema alemán.
El fracaso definitivo de la política
de Carlos V llegó de la nueva situación creada en los territorios alemanes con
la aparición del protestantismo,
que, además de conectar con las inquietudes espirituales, aglutinó intereses económicos y políticos opuestos a los programas
imperiales, reformistas y centralizadores, y dividió el Sacro Imperio en
dos grupos antagónicos; por un lado, el de los católicos, y por otro, el de los
partidarios de la Reforma (luteranos).
El diálogo y la concordia empleados
en las dietas y conversaciones (Worms, en 1521; Spira, en 1529; y Augsburgo,
en 1530) para lograr el acercamiento y evitar el enfrentamiento armado, no
dieron resultado. Por ello, el Emperador decidió actuar con la fuerza contra
los protestantes, que a principios de 1531 habían formado la Liga de Esmalcalda. Su victoria en la batalla de Mühlberg, obtenida el 24 de
abril de 1547, no consiguió, sin embargo, ni la unidad política ni la
religiosa. En septiembre de 1555 se acordó la llamada Paz de Augsburgo, por medio de la cual se reconocía la división
confesional dentro de los territorios imperiales.
Carlos V, consciente de su fracaso,
inició una serie de abdicaciones: aunque conservó el título imperial, el 12 de septiembre de 1556 trasmitió sus
funciones a su hermano Fernando I de
Habsburgo, cedió a su hijo Felipe
los Países Bajos (1555) y los reinos españoles (1556) y se retiró al monasterio
de Yuste (en la localidad cacereña de Cuacos de Yuste), donde el 21 de septiembre de 1558 falleció.
Imperio de Carlos Ven Europa
REINADO
DE FELIPE II (1556-1598)
Felipe II, tras la abdicación de
Carlos I en 1556 gobernó el imperio integrado por los reinos y territorios de Castilla, Aragón, Navarra, el
Franco-Condado, los Países Bajos, Sicilia, Cerdeña, Milán, Nápoles, Orán,
Túnez, toda la América descubierta y Filipinas.
A estos vastos territorios se le unió Portugal
y su imperio afroasiático en 1580. Con Felipe II la hegemonía española llegó a
su apogeo.
1. Organización política de la
Monarquía.
Después de viajar por Italia y los
Países Bajos y ser reconocido como sucesor regio en los estados flamencos y por
las Cortes castellanas, aragonesas y navarras, se dedicó plenamente a gobernar
desde la corte, establecida en Madrid
de forma oficial en 1561. A diferencia de lo que ocurrió con su padre Carlos I,
con Felipe II el centro de gravedad del Imperio se asentó en la península,
especialmente en Castilla. Dos años
más tarde, dio comienzo la obra
arquitectónica que habría de ser considerada el emblema de su dilatado
reinado, el monasterio de San Lorenzo de
El Escorial, palacio y templo a la vez, erigido en las cercanías de la
capital del reino.
En el interior de la península
Ibérica, cabe destacar diferentes aspectos de su gobierno. La monarquía
personal de Felipe II se apoyaba en un gobierno ejercido por medio de consejos y de secretarios reales, así
como en una poderosa administración
centralizada. Pese a todo su poder, las bancarrotas, las dificultades
hacendísticas y los problemas fiscales (entre otras actuaciones notorias creó
el nuevo impuesto de "millones" que gravaba los alimentos básicos)
fueron característicos durante todo su reinado. Su recurso al Tribunal de la Inquisición fue
frecuente. Políticamente, dicho tribunal fue utilizado para acabar con los
conatos de protestantismo descubiertos en la Meseta castellana. Así, el
mantenimiento de la unidad religiosa estuvo siempre presente en la acción de
gobierno de Felipe II, que con todo rigor se valió de los autos de fe, como los
celebrados en Valladolid ya en 1559, para afianzar la Contrarreforma católica.
2.
La política externa.
Sus sucesivos matrimonios fueron parte importante de su política
exterior. Se casó con María de Portugal
en 1543 y, tras su muerte, con María I
Tudor, reina de Inglaterra, en
1554. La pronta muerte de la reina que trató de volver al catolicismo en la
isla, llevó a que Felipe se casara con la francesa Isabel de Valois en 1559. Al quedarse nuevamente viudo y sin
herederos varones, se casó por cuarta vez, en 1570, con su sobrina Ana de Austria, madre del sucesor al
trono español, Felipe III.
La idea de la unidad religiosa marcó
la política de Felipe II. No dudó en intervenir ante la amenaza de las incursiones berberiscas y turcas en las
costas mediterráneas. Felipe II obtuvo una gran victoria, aunque no la
definitiva, en la batalla de Lepanto
en 1571. En el interior peninsular el monarca reprimió duramente las sublevaciones moriscas como, por
ejemplo, en las Alpujarras granadinas. En Europa se enfrentó con Francia por el control de Italia (Nápoles y el
Milanesado). La Paz en Cateau-Cambrésis
en 1559 fue favorable a los intereses españoles en la península italiana.
Tras la muerte de su esposa María
Tudor; las relaciones se hicieron cada vez más hostiles con Inglaterra, que
apoyaba a los rebeldes protestantes en los Países Bajos. El intento de invadir
la isla en 1588 con la Armada Invencible
acabó con un gran fracaso que inició el declive
del poder naval español en el Atlántico. Felipe II no pudo acabar tampoco
con el conflicto político (mayor autonomía) y religioso (revuelta calvinista)
generado en los Países Bajos. Ninguno de los sucesivos gobernadores pudieron
impedir que la rebelión se asentara y llevara finalmente en el siglo XVII a la independencia de las Provincias Unidas
(actuales Países Bajos). Uno de sus mayores triunfos fue conseguir la unidad
ibérica con la anexión de Portugal y sus
dominios, al hacer valer sus derechos sucesorios en 1581 en las Cortes de
Tomar, tras morir sin descendencia el rey portugués Sebastián.
FRANCIA
EN EL SIGLO XVI
A
finales del siglo XV,
Francia había superado las divisiones territoriales de su pasado feudal y se
convirtió en una monarquía nacional
que incorporaba la mayoría de los territorios comprendidos entre los Pirineos y
el canal de la Mancha. La estructura social estaba todavía dominada por la nobleza terrateniente y la tierra
seguía siendo la fuente de riqueza principal. Sin embargo, en la mitad del
siglo siguiente, la paz interna, el aumento de la población la afluencia a
Europa de oro y plata traídos de América por los españoles y los trabajos públicos
del gobierno estimularon el crecimiento
de la economía, que elevó la posición social de los grandes comerciantes,
los banqueros y los cobradores de impuestos. Por otra parte, la nobleza,
dependiente de las rentas monetarias
fijas y de las deudas vio cómo la
Inflación amenazaba su poder
económico y su posición social.
Los tres primeros monarcas del
periodo - Carlos VIII, Luis XII y
Francisco I de la dinastía Valois
aprovecharon el fuerte crecimiento de la nación y la estabilidad interna para reclamar por las armas el reino de Nápoles y el Milanesado. En la
década de 1520 las guerras italianas
se convirtieron en una larga disputa entre Francia y la dinastía de los
Habsburgo reinantes en España y Austria, un enfrentamiento que continuó de
forma intermitente durante un siglo y medio. Estas guerras terminaron
finalmente con la Paz de Cateau-Cambrésis
(1559), negociada por el hijo de Francisco I, Enrique II, que reinó desde 1547 hasta 1559. Francia renunció a
todas sus pretensiones en Italia, pero consiguió tres territorios estratégicamente
localizados en su frontera oriental: los obispados de Metz, Toul y Verdún.
LAS
GUERRAS DE RELIGIÓN
El aumento de la población, sin el correspondiente aumento en la
producción, y la inflación monetaria
llevó a la mayoría del pueblo a la pobreza. La Reforma protestante, que se
extendió desde Alemania durante el reinado de Francisco I, había atraído a
muchos seguidores; pero en las décadas de 1540 y de 1550 los postulados y
doctrinas de Juan Calvino
desarrollaron en Francia una forma peculiar del protestantismo, y consiguió el apoyo de muchos seguidores entre la nobleza y el pueblo llano. Enrique II consideró el calvinismo una
amenaza a la autoridad real e intentó acabar con él. Bajo el reinado de sus
tres hijos, que le sucedieron, las guerras de religión, donde se mezclaron
conflictos religiosos, políticos y dinásticos, desgarraron el país. El
fanatismo religioso de los combatientes y la brutalidad de los mercenarios
hicieron que en la guerra fueran habituales los saqueos, la crueldad y las
atrocidades.
EL
RÉGIMEN DE CATALINA DE MÉDlCIS.
A la muerte de Enrique II en 1559,
subió al trono su hijo de 15 años de edad Francisco
II, que sucedió a su padre sólo durante dos años, 1559 y 1560. A Francisco
le sucedió su hermano de 13 años, Carlos
IX, que reinó hasta 1574. La reina madre, Catalina de Médicis, fue la gobernante virtual durante casi todo
este tiempo y continuó influyendo en el reinado de su tercer hijo Enrique III (1574-1589). La principal
preocupación de. Catalina consistió en defender
la autoridad real de sus hijos, comprometida por los enfrentamientos entre católicos y hugonotes. En este contexto se
produjo la famosa masacre de la Noche de
San Bartolomé, que tuvo lugar en París en agosto de 1572, cuando los
católicos, aprovechando una reunión de dirigentes protestantes y sus numerosos
seguidores, les atacaron asesinando a unas 2.000 personas.
EL
ASCENSO DE ENRIQUE DE NAVARRA
El último hermano de Enrique III murió
en 1584 y Enrique de Navarra,
descendiente de Luis IX y dirigente de
los hugonotes, pasó a ser el heredero del trono. Rechazado por la perspectiva de ser un rey herético, algunos de los
miembros del partido católico conspiraron para impedir esta sucesión mediante
la sustitución del rey Enrique III por Enrique
I de Guisa, dirigente de la Liga Santa. Alertado sobre esto, Enrique III
convocó a Enrique de Guisa a una reunión de los Estados Generales en Blois en
1588, donde éste fue asesinado. Al año siguiente el propio rey Enrique III el último de la dinastía de
los Valois cayó víctima de la espada de un asesino .
Enrique
de Navarra, como
heredero legal, ascendió al trono con el nombre de Enrique IV de
Francia, pero de hecho sólo fue reconocido por los hugonotes. Tuvo que defender sus pretensiones al
trono ante la Liga Santa y sus aliados españoles, que ocuparon París. Enrique
IV comprendió que, aunque él y sus seguidores fueran protestantes por
convicción, la mayoría de los franceses seguían siendo fieles católicos, por lo
que en 1593 se convirtió públicamente al
catolicismo. Al año siguiente fue coronado en la catedral de Chartres y,
poco después, le dieron la bienvenida en París, donde se dice que exclamó: "París bien vale una misa".
Así se estableció la dinastía de los Borbones en el trono francés.
INGLATERRA
EN EL SIGLO XVI
La pérdida de todas las posesiones
en Francia (con la excepción de Calais) en 1453, fue el preludio del conflicto
dinástico conocido como la guerra de las
Dos Rosas entre 1455 y 1485. El conflicto se entabló entre dos ramas de la
familia real, la Casa de Lancaster,
que, en la persona de Enrique VI, poseía el trono, y la Casa de York, dirigida por Ricardo, duque de York, que tenía
derechos legítimos al trono y mayor capacidad de gobierno que Enrique. El
conflicto favoreció finalmente a la Dinastía
Tudor cuando Enrique VII fue
coronado.
LA
INGLATERRA DE LOS TUDOR
Enrique
VII se hizo con el
trono basándose en una legitimidad dudosa. Su abuelo se casó con la viuda de
Enrique V y su padre con Margarita Beaufort, condesa de Richmond y Derby, que
descendía ilegítimamente de Eduardo III. Su único derecho al trono era la victoria de Bosworth Field. Sin
embargo, la instauración de la dinastía Tudor, con la excepción de María I, proporcionó a Inglaterra el tipo de
gobierno que necesitaba. Tras someter a sus rivales de York, se casó con la
hija de Eduardo IV y consiguió el reconocimiento de España en 1489 (Tratado de Medina del Campo), y después
el de Francia, los Países Bajos y Escocia.
Enrique VIII (reinó entre 1509 y 1547) tenía un
carácter totalmente opuesto al de su cuidadoso y rutinario padre. Fue muy
apreciado por los escritores humanistas, uno de los cuales, Tomás Moro, participó en su gobierno.
En 1513 Enrique venció a los franceses y después a los escoceses en Flodden. La
figura del cardenal (y posterior canciller y arzobispo de York) Thomas Wolsey, dominó el periodo
comprendido entre 1514 y 1529. Aunque su esposa Catalina de Aragón le dio seis hijos, sólo uno, la futura María I,
llegó a edad adulta.
Deseoso de un hijo y entusiasmado
por Ana Bolena.
Enrique pidió al Papa el divorcio, cuando el eficiente Wolsey no pudo obtenerlo,
Enrique le destituyó y convoco al Parlamento para iniciar la reforma. El
resultado fue la creación de la Iglesia
de Inglaterra (Anglicanismo), de la que Enrique era el principal jefe,
rechazando la autoridad de Roma, pero manteniendo el dogma católico.
La tercera esposa de Enrique, Juana Seymour, murió al dar a luz a Eduardo, el único hijo varón superviviente;
sus tres últimas esposas no tuvieron descendencia. Thomas Cromwell, conde de Essex, otro de los grandes
administradores de Enrique, superviso los cambios revolucionarios que tuvieron
lugar a partir de 1530: la ruptura con
Roma y la disolución de los
monasterios la nueva ampliación del
parlamento, en especial de la Cámara de los Comunes, y la creación de una nueva estructura burocrática con el Consejo Privado y otras instituciones controladas absolutamente por la corona.
LOS
HEREDEROS DE ENRIQUE VIII
Bajo Eduardo VI (reino entre 1547 y 1553), un menor dominado sucesivamente por Eduardo Seymour, primer
duque de Somerset y John Dudley, duque de Northumberland, la Iglesia de Inglaterra adoptó el protestantismo. Cuando Eduardo
murió a los 16 años, Northumberland intentó conseguir el trono para su familia
e impedir la sucesión de la hermanastra
católica del rey, María, al casar a su hijo con Juana Grey, a quien
proclamó reina. El intento fracasó muy pronto y Northumberland, Juana y su
marido fueron ejecutados.
María
I Tudor, la hija de
Catalina de Aragón, restauró el
catolicismo y se casó con su primo,
Felipe II de España. Cuando María La sanguinaria, como era conocida, murió
en noviembre de 1558, Inglaterra se regocijó con la llegada al trono de su
hermana, Isabel.
Isabel I (la última
Tudor) reprimió a
los católicos y fortaleció jurídicamente
el anglicanismo. Poseía la frugalidad y la habilidad de su abuelo y los modales
imperiosos y la capacidad para gobernar de su padre.
Ayudó a los rebeldes protestantes en
los países Bajos españoles y estimuló a los marinos británicos para que
abordaran barcos españoles en alta mar. Sus naves derrotaron a la Armada Invencible en 1588 y evitaron así la
invasión de Inglaterra. En 1603 se completó la conquista de Irlanda
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